Aquellos que nunca se olvidan de que no saben nada, y que finalmente están dispuestos a aprenderlo todo, lo aprenderán.
No dejo de sorprenderme con el poder de la escucha y de su impacto en las relaciones y equipos de trabajo.
Cuando un grupo se siente escuchado, atendido, respetado como grupo e individualmente cada persona, los objetivos se logran con un esfuerzo menor y de forma más satisfactoria, aunque no sea por la vía prevista o planificada por quien facilita o dirige la reunión.
Desde la escucha, en el silencio, es la voz de grupo y de cada persona las que se muestran, de forma que cada cual comprende y conoce mejor a las demás, se abre a las diferencias y se enriquece.
Requiere soltar el guión, fluir con el grupo hacia aquello que es realmente importante y prioritario.
Requiere abandonar el temor, confiar en la sabiduría del grupo y reconocerla para darle espacio.
En la escucha estamos más en el otro que en el yo. Y el otro nos lo agradece con creces.
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