El cuerpo se mantendrá fuerte y saludable si la mente no abusa de él asignándole funciones que no puede cumplir, propósitos que están fuera de su alcance y elevadas metas que no puede alcanzar.
La diferencia se centra en quién sirve a quién. La mente sana ve al cuerpo como instrumento para expresar su plenitud. El ego, la mente errada, en unos casos hace del cuerpo su finalidad, y, en otros, busca su satisfacción sometiendo al cuerpo a tensiones y esfuerzos contraproducentes.
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