Si no somos conscientes de los juicios que hacemos acerca de los demás, de nosotros mismos, de la vida,..no somos conscientes de cómo condenamos y nos condenamos.
Cuando etiqueto o juzgo a una persona –por ejemplo, ¡es una maleducada!- la estoy condenando a serlo porque mi comunicación, a pesar de lo diplomático que quiera ser, le va a transmitir lo que pienso y siento más allá de lo que digo, y se va a sentir juzgada con lo que es probable que reaccione con gestos que refuercen mi juicio sobre ella con lo que sigo sufriendo ante la perspectiva de tener que relacionarme o trabajar con ella.
2.- De la misma manera en que sólo te condenas a ti mismo, de igual modo, sólo te perdonas a ti mismo.
Si juzgo, recibo la reacción de la persona juzgada y de esa forma, sufro las consecuencias. Si perdono, recibo los beneficios del perdón.
3.- El miedo condena y el amor perdona.
Cuando sentimos miedo es porque hemos juzgado, nos sentimos en peligro, cuestionados, etc..y seguramente habrá un culpable al otro lado de la relación. El amor observa, ve errores en la persona sin juzgarla y tratar de resolver, prevenir y evitar esos errores ayudando a la otra persona a ser consciente, a reconocer el impacto negativo y a adoptar otra actitud.
4.- El perdón, pues, des-hace lo que el miedo ha producido.
Al perdonar deshacemos los juicios, viendo que no son la verdad, que nos limitan más que ayudarnos y desde ahí, nos centramos en la solución.
5.- O has perdonado completamente o no has perdonado en absoluto.
Así de radical, o blanco o negro, sin término medio. A veces creemos haber perdonado a una persona y sin embargo podemos darnos cuenta que aún quedan cosas sin perdonar porque sentimos incomodidad ante ella, la evitamos o simplemente, las emociones nos atrapan. ¡¡Estamos ante la oportunidad de perdonarlo todo, todo!!
Cursivas tomadas de UCDM Lecc.46
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