Hablando se entiende la gente es una expresión bienintencionada a favor del diálogo que, sin embargo, no asegura que se esté dialogando ni que se estén entendiendo quienes hablan, ni que estén llegando a acuerdos para dar la mejor solución al tema que se aborda.
¿Por qué? Sencillamente, porque no asegura la escucha de lo que se habla, ni de quien habla. Y sin escucha, el hablar pierde sentido. No se completa el diálogo.
Dialogar es construir o dar un sentido compartido, entre dos o más personas, a una situación o tema.
Por un lado, implica hablar, sí, en doble dirección, la de exponer la interpretación que cada cual hace del tema y preguntar para comprender la interpretación ajena.
Por otro, implica escuchar, lo que comprende dos acciones, oír e interpretar lo que se oye. Es esta interpretación la que condiciona el resultado de la escucha. ¿Desde dónde interpreto lo que oigo? ¿Hago caso sólo a mis intereses, a lo que creo adecuado, a mi forma de ver la situación o me abro a tener en cuenta los puntos de vista de la otra parte, sus inquietudes, sus prioridades,... para construir juntos la solución más eficiente?
Esta es la pregunta inicial que, a menudo, obviamos: ¿para qué vamos a dialogar? ¿qué buscamos realmente con esta conversación? ¿quiero la mejor solución o solo la mía? ¿prefiero tener la razón o lograr una solución?
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