Hace 2 días se hizo pública la decisión de una empresa de cesar en la fabricación de sus productos. Más de 200 trabajadores perderán el empleo, muchos de ellos a través de una plan de prejubilación.
Hace tres años esta misma empresa esperaba, tras una inversión importante, mejorar su productividad y mantenerse en el mercado. La sorpresa surgió cuando se vio que la productividad real nada tenía que ver con la esperada y es que a pesar de incrementarse la de la maquinaria, la de las personas había caído, siendo el resultado una mejora que no justificaba la inversión. Hoy asistimos a su cierre.
Hace tres años esta misma empresa esperaba, tras una inversión importante, mejorar su productividad y mantenerse en el mercado. La sorpresa surgió cuando se vio que la productividad real nada tenía que ver con la esperada y es que a pesar de incrementarse la de la maquinaria, la de las personas había caído, siendo el resultado una mejora que no justificaba la inversión. Hoy asistimos a su cierre.
Esta no es una historia de buenos y malos. Es una trágica consecuencia de no haber construido un proyecto común, de no haber invertido también -casi 6 millones de € en maquinaria- en que todos tomaran conciencia de la realidad y de los retos que enfrentaban, en fomentar la responsabilidad compartida de todas las personas con el futuro de la empresa y de sus propios empleos.
Hoy sólo queda hacer cálculos de costes de jubilaciones y recolocar a personas excedentes.
¿Qué han aprendido quienes tuvieron responsabilidades directivas o sindicales e incluso a nivel personal cada quien en su tarea?
¿Somos conscientes de que nos salvamos o nos hundimos todos (empresa, directivos, trabajadores, sindicalistas)? o ¿vivimos aún en la ilusión de que nos podemos salvar a costa de otros?
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