La decisión de
recibir es la decisión de aceptar.
¿Cómo
puedes hacerte cada vez más consciente de tu esencia, del ser que eres, sino
mediante los efectos que produce?
No
puedes verle con tus ojos ni oírle con tus oídos. ¿Cómo puedes, entonces,
percibirle en absoluto?
Si inspiras alegría y otras personas reaccionan ante ti
con alegría, es que debe haber algo en ti capaz de suscitarla aunque tú misma
no la estés experimentando.
Sólo
los demás pueden enseñarnos lo que somos, pues lo que aprendemos de ellos es el
resultado de lo que enseñamos.
Aceptar
a las demás personas, lo que nos muestran y reflejan de nosotras mismas, es lo
que nos abre y prepara para recibir y reconocer esa esencia nuestra que va más allá de la
identidad que hemos ido construyendo en nuestro pasado, abriéndonos a todo el
potencial que está esperando manifestarse en nosotros.
¿Aceptas
o te resistes a recibir?
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