Estamos tan acostumbrados a los juicios que no somos conscientes de ellos. Juzgamos lo que pasa, lo que hacen otros y lo que hacemos. Juzgamos a las demás personas y nos juzgamos, vaya si lo hacemos, a nosotros mismos.
Los juicios activan las emociones y, a veces, necesitamos de éstas para darnos cuenta del juicio que le precedió. Los juicios recurrentes, repetidos, se transforman en creencias que ya ni se cuestionan.
Me ha llevado casi dos años darme cuenta de una creencia muy arraigada. Ha sido gracias a estar inmerso en una sorda amargura tintada de tristeza, como he llegado a escuchar la creencia que estaba oculta detrás.
Ahora, por fin, ha llegado el momento de soltarla y dejarla ir ¡¡¡con un suspiro de gratitud!!!.
Este es un espacio en el que compartir los aprendizajes que la vida nos regala a diario, donde caben la alegría, el entusiasmo, el dolor y las sorpresas que nos llevan a ver y vivir la vida, el trabajo, las relaciones,... con más plenitud y sentido.
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