Un pariente suyo fue ingresado en el hospital tras un accidente. El ventanal de la habitación estaba roto y entraba el aire frío a pesar del día soleado, por lo que pidió que corrieran las cortinas.
Al anochecer, un psiquiatra entró en la habitación con rostro serio y le preguntó "¿Quiere conversar?"
El paciente, le dijo, "sí, ¿de qué le gustaría hablar doctor?".
"Estoy preocupado por su salud mental", dijo éste.
"¿De verdad?"
"Sí, pienso que quizá esté deprimido"
"Y ¿cómo ha llegado a esa conclusión, doctor?"
"Durante todo este hermoso día ha tenido las cortinas corridas"
A lo que el paciente, tras sonreír, le respondió contándole la razón de que las cortinas hubieran estado cerradas.
Esto nos pasa con nuestras interpretaciones, con nuestra manera de mirar la vida. Somos expertos en algo y espontáneamente utilizamos esos conocimientos y competencias para interpretar lo que vemos.
El doctor vio a una persona accidentada, manteniendo la habitación a oscuras en un día soleado. Lo primero que vino a su mente -esa interpretación espontánea- fue gracias a sus conocimientos y a su vocación de servicio. Desde ahí se dispuso a actuar, sin antes haber explorado otras opciones a las que estaba ciego por sus propias capacidades.
¡Que hoy preguntemos a la vida, que nos abramos a ella, en vez de enlatarla con nuestros juicios e interpretaciones!
¡Seguro que así comprobaremos que es más rica y bondadosa de lo que pensamos!
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