Nada externo a ti puede hacerte temer o amar. La realidad solo puede manifestarse en una mente despejada. La realidad está siempre ahí, ante ti, lista para ser aceptada.
Y para ello tenemos que estar dispuestos a abandonar las ilusiones que hemos ido construyendo sobre la realidad, incluida nuestra propia identidad.
Hace años un jubilado me explicaba lo que era la vida así : una larga pendiente que subes con esfuerzo hasta que llega un momento en que empiezas a bajar otra larga pendiente, esta vez hacia abajo.
Así representaba primero el proceso de aprender y hacer en el que vamos adquiriendo competencias, posiciones, bienes y relaciones para luego iniciar el proceso de desaprender aquello que no es significativo y que nos frena en la evolución; abandonar lo ilusorio que nos oculta lo real; vivir para ser y no para tener.
¿Para qué esperar a ese momento? ¿Por qué no evitar cargarnos de ilusiones y centrarnos en lo que es importante y beneficioso desde “ahora” mismo?.
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