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sábado, 11 de febrero de 2012

Febrero 11

Cuando una persona actúa insensatamente, te está ofreciendo una oportunidad para que le bendigas.

Elegir la bendición en vez del juicio es lo que nos lleva a la Plenitud en nuestras relaciones ya sean personales o profesionales.


¿Pero qué es eso de “bendecir”? Os adjunto un texto que resumen “el arte de bendecir”.

Al despertar bendice tu jornada porque está ya desbordando una abundancia de bienes que tus bendiciones harán aparecer. Porque bendecir significa reconocer el bien infinito que forma parte integrante de la trama misma del universo. Ese bien lo único que espera es una señal tuya para poder manifestarse.

 Al cruzarte con la gente por la calle, en el coche, en tu lugar de trabajo, bendice a todos. La paz de tu bendición será la compañera de su camino y el aura de su discreto perfume será una luz en su itinerario. Bendice a las personas que te encuentres, derrama tu bendición sobre su salud, su trabajo, su alegría, su relación con Dios, con ellas mismas y con los demás. Bendice a todos en todas las formas imaginables porque esas bendiciones, no sólo esparcen las semillas de la curación sino que algún día brotarán como otras tantas flores de gozo en los espacios áridos de tu propia vida. 

Mientras paseas, bendice tu ciudad, a sus gobernantes, a los educadores, enfermeras, barrenderos, sacerdotes y prostitutas. En cuanto alguien te muestre la menor agresividad, cólera o falta de bondad, responde con una bendición silenciosa. Bendice totalmente, sinceramente, gozosamente, porque esas bendiciones son un escudo que los protege de la ignorancia de sus maldades y cambia de rumbo la flecha que te han disparado.

 
Bendecir significa desear y querer incondicionalmente, totalmente y sin reserva alguna el bien ilimitado para los demás y para los acontecimientos de la vida haciéndolo aflorar de las fuentes más profundas y más íntimas de tu ser. Esto significa venerar y considerar con total admiración, lo que es siempre un don del Creador sean cuales fueren las apariencias.

 Quien sea afectado por tu bendición es un ser privilegiado, consagrado, entero. 

Bendecir significa invocar la protección divina sobre alguien o sobre algo, pensar en él con profundo reconocimiento, evocarle con gratitud. Significa además llamar a la felicidad para que venga a él, dado que nosotros no somos nunca la fuente de la bendición sino simplemente los testigos gozosos de la abundancia de la vida.

 Bendice todo, bendice a todos, sin discriminación alguna, es la forma suprema del don, porque aquellos a los que bendices nunca sabrán de dónde vino aquel rayo de sol que rasgó de pronto las nubes del cielo y tu raras veces serás testigo de esa luz que ha iluminado su vida.

 Cuando en tu jornada surja algo inesperado que te desconcierte y eche por tierra tus planes, explota en bendiciones, porque la vida está a punto de enseñarte una lección, aunque pueda parecerte amarga. Porque ese acontecimiento que crees tan indeseable, de hecho, lo has suscitado tu mismo para aprender la lección que se te escaparía si vacilases a la hora de bendecirlo. Las pruebas son bendiciones ocultas.

 Bendecir significa reconocer una belleza omnipresente oculta a los ojos materiales. Es activar la ley universal de la atracción que desde el fondo del universo traerá a vuestra vida exactamente lo que necesitas en el momento presente para crecer, avanzar y llenar vuestra vida de gozo.

 Cuando pases delante de una cárcel, derrama la bendición sobre sus habitantes, sobre su inocencia y su libertad, sobre su bondad, sobre la pureza de su esencia íntima, sobre su perdón incondicional. Porque sólo se puede ser prisionero de la imagen que uno tiene de sí mismo, y una persona libre pude andar sin cadenas por el patio de una prisión, lo mismo que los ciudadanos de un país libre puede ser reclusos si el miedo anida en su pensamiento. 

Cuando pases delante de un hospital, bendice a sus pacientes, derrama la bendición sobre la plenitud de su salud, porque incluso en su sufrimiento y en su enfermedad, esa plenitud está aguardando a ser descubierta. Y cuan veas a alguien que sufre y llora o que da muestras de sentirse destrozado por la vida, bendícelo en su vitalidad y en su gozo, porque los sentidos sólo presentan el revés del esplendor y la perfección últimas que tan solo el ojo interior puede percibir.

 Es imposible bendecir y juzgar al mismo tiempo.

 Mantén en ti ese deseo de bendecir como una incesante resonancia interior y como una perpetua plegaria silenciosa porque de este modo serás de esas personas que son artesanos de la paz, y un día descubrirás por todas partes el rostro de Dios.

 Y por encima de todo, ¡no te olvides de bendecir a esa persona maravillosa absolutamente bella en su verdadera naturaleza y tan digna de amor… que eres tú misma!


Autor : Pierre Pradervand

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