Hoy recupero ese pensamiento. Más allá de los juicios con los que yo mismo me generaba más y más sufrimientos, observaba cómo el sol seguía saliendo día a día ajeno a todo, nos iluminaba a todos sin tener en cuenta si nos considerábamos merecedores o no de ello, si éramos buenos o malos.
La imagen del sol, de esa vida que continúa sin mirar a los juicios ajenos me enseñó a amar. No importa lo que piensen o hagan los demás, se trata de seguir amando y dando vida.
El resultado es inmediato, la alegría y el amor amanecen de nuevo en nuestros días.
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