Una vez que había desistido de seguir intentándolo, alguien quitó el cristal que le separaba de su ansiado alimento. Entonces los pequeños peces comenzaron a nadar delante de sus mismas narices. Podría haber abierto la boca y alimentarse de nuevo, pero algo había cambiado en aquel tanque de agua: el lucio se había convencido de que era imposible comer peces. Lo único que había conseguido cuando lo había intentado era provocarse dolor, de modo que no hizo nada. Siguió en el fondo viendo pasar el alimento por delante de él pero sin tratar de atraparlo. En su cerebro había arraigado la creencia de que no podía.
El efecto es tan intenso que incluso se le ha dado nombre: síndrome del lucio. Suena a risa, pero las consecuencias no tienen nada de divertido. ¿Cuántas cosas has dejado de intentar en la vida porque creías que era imposible? ¿Cuántas veces te has dado por vencido porque ya lo habías intentado antes y no habías conseguido nada?
Todo cambia a nuestro alrededor. Nosotros mismos cambiamos continuamente con cada nueva experiencia que tenemos en la vida. Antes de conformarnos con la idea de que no podemos hacer algo, tendríamos que analizar si las condiciones que nos rodean son las mismas ahora que la primera vez que lo intentamos...."
Relato que nos hace llegar Arantxa Goiburu.
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